viernes, 23 de febrero de 2018

INTERNET BUENA E INTERNET MALA.



  Extracto de mi artículo publicado hace algún tiempo en la revista digital Minatura —monográfico 148 (Castellano e inglés) dedicado a la Deep Web—.


 



  Extracto de mi artículo publicado hace algún tiempo en la revista digital Minatura —monográfico 148 (Castellano e inglés) dedicado a la Deep Web—.
 
LA BIFURCACIÓN INTERNET

    Al hablar del anglicismo Internet estamos ante un sistema descentralizado de redes de comunicación informática interconectadas que, hacen uso de protocolos como TCP/IP para su óptimo funcionamiento. 



   Gráficamente se representa como un iceberg de cinco niveles. El nivel tres  lo ocuparía la Deep web, precedida de los niveles uno conocido como Surface web –Internet superficial-, donde se alojan las plataformas habituales (Google, Facebook, Twitter, Youtube…) y el nivel dos de páginas poco profundas y menos indexadas por  los buscadores –en él están los servidores ftp  y  4chan-. Que iría seguido por  el nivel cuatro, muy  profundo y escabroso, denominado Charter web –da cobijo a hackers, ciberpolicias… -. Su oscuro contenido se describe  más frenético si cabe que la mismísima Deep web. Dicen que es la parte de mayor profundidad a la que se puede acceder al dudar de la existencia del nivel cinco –llamado Marianas web-  tildándole de leyenda urbana. Así que la cosa da para hablar de dos redes: la buena y la mala.

  LA DEEP WEB

   La Deepweb es el asentamiento destinado a la información de las páginas invisibles que los buscadores no logran indexar. A este ciberespacio paralelo se accede con  software gratis. Tor (The Onion Router) es la red de navegación anónima más poderosa.
     Concebida a priori para posibilitar el tránsito a la libre expresión, por ello recibió en 2005 el premio PC World catalogada como “muy superior a sus competidoras de pago”. En los arrabales de la Darknet no hay motores de búsqueda que ayuden en la investigación, solo listados visibles con Tor que los propios usuarios van creando. Están contenidos en sitios abiertos como Reddit, páginas web de la talla de Hidden Wiki o Duckduckgo. Ello la convierte en objeto de deseo para los data brokers. La confianza, pues, del incauto usuario que al navegar por ella cree  mantener a buen recaudo su vida íntima, profesional y comercial se ve a menudo hecha trizas. Puesto que veladamente parapetada bajo la libertad de expresión, convierte en acciones nuestras acciones la gran bestia de las aguas. De los suburbios a las catacumbas de la Deep web, protagonista ella en la red de redes de una bifurcación que nos bifurca manipulando nuestra división de opiniones –Internet sí, Internet no-, algo se mueve, algo oscuro que, tal vez, debería  inquietarnos, preocuparnos y ocuparnos. La hipótesis de un posible manejo de nuestras cibervidas, de  nosotros, marionetas delante de un telón tras el cual, quizá, se esconde el lobo con la facultad de habitar la piel del cordero no es algo para echarlo en saco roto. 



   Según un estudio de 2011 hecho por consultoras como Bright Planet,  la Internet oculta  era ¡quinientas veces mayor! que la que se nos muestra en los buscadores. Y se  sospecha que hoy esa cantidad de datos ocultos es muchísimo mayor. Se afirma que la web profunda contiene un 95%  de toda  la información recopilada en Internet,  asegurando que, sin el entramado Tor o sus hermanos freenet y I2p sólo accedemos a un 5% que son los contenidos de  los escenarios corrientes. Sinceramente, me permito dudar de tal porcentaje, me cuesta creer que sea tanto. Alcanzado este punto igual peco de ingenua.
   En definitiva  faltan instrumentos para argumentar un debate constructivo y documentado cuando todo se mueve así, entre bastidores. Lo más probable es que no haya quien pueda constatar —aunque puede ser que sí—  ese alto porcentaje ni yo puedo probar su no existencia. Todo es hipotético. En fin, yo, aporto tan sólo mi modesta opinión.
      Lo que sí es un hecho irrefutable es que al transitar por sus dominios se recomienda no dar nunca información ni brindar nuestra identidad. Arriesgarse  en las bases de datos de zonas profundas puede ser un suicidio. Los programas que facilitan el tránsito ocultan  la IP pero no garantizan  al cien por cien la privacidad. No es aconsejable efectuar descargas –de páginas normales tampoco-  desde estos navegadores. Ni, por nada del mundo hacerlo en el portal de Facebook o Twitter. Mejor evitar irrumpir en franjas ilegales ¿por qué? Porque se corre el riesgo de ser monitorizado por los cuerpos de seguridad del Estado y constar en el fichero de  “los sospechosos”. Entre la punta del iceberg (esa plataforma accesible) de Internet  y la sugestiva Tor estaría el universo insondable de la web invisible.



     A su favor se puede decir que existe gran cantidad  de material oficial legítimo  ocupándole los archivos. Desde el CSI se mantiene que la mayor parte de la información de la red profunda se custodia a buen recaudo, tratada manualmente en las bases de datos. Y que “por eso hay calidad y fiabilidad en sus contenidos”. Pero es que resulta que, al encubrir la localización de sus usuarios ya que es imposible de controlar, ejecuta esta herramienta la siniestra doble funcionalidad de anidar diligencias turbias: hackers, activistas políticos, espías, polis, ladrones, asesinos, cibercrimen, pederastia y películas snuff  se ubican fuera de control en sus instalaciones. Y en esa línea, si hay que mencionar algunas de las víctimas potenciales, basta llegar a las incautas adolescentes engañadas al contactar con ellas usando este medio. Siendo esclavizadas y prostituidas luego. 
   Por no añadir también, que se presta cual santuario del terror al comercio ilegal de venta de drogas y armas.



Visto así el conflicto personal interno está servido. Pero cada vez surgen más medios y redes para navegar sin necesidad de registrar la identidad real. En España tenemos la plataforma Lorea a raíz del 15-M. Robert W. Gehl, profesor de comunicación en la universidad de Utah, estudia las redes sociales alternativas, otras nuevas formas de encontrarse en la red. Y en el proyecto S-Map compila su testimonio.
        Y ya que nos ocupa el lado malo, hablando de los archifamosos hackers, expertos en robar información y causar estragos, mostraríamos una de las partes más patéticas e inquietantes de la invisible web. Hace cosa de dos años un informe de Forrester delataba la proliferación alarmante de virus en las apps de redes sociales; y troyanos que sondean contraseñas financieras o perfiles que sumar a programas maliciosos de compra y venta para sus contactos. Espionaje industrial se denomina, ya se sabe –se da entre  empresas-. El panorama mundial está lleno de grandes y destacados expertos en telecomunicaciones que afinan mucho el ingenio —llamémosle talento de la maldad, si se quiere— a la hora de sacarle punta a la red y sus trucos de alfiler, desencriptando los atesorados datos de los usuarios.



Pues  interfieren estos sujetos a distancia dejando inutilizadas las instalaciones, operan fraudes en  transferencias bancarias, alteran un registro, se hacen con las claves… Así obtienen información ¡de la propia Casablanca! como ya trascendió en su momento. Se desaconseja, por eso,  teclear en el pc direcciones no indexadas. Pero… ¿cómo detectarlas, cómo saber de antemano si una dirección se ubica en el término municipal de la Deepweb? Porque es obvio, cuando uno quiere descubrirlo si se le niega el acceso a sus contenidos, previamente ha podido teclear los códigos de ese determinado sitio.



Bueno, ella es sólo un instrumento coadyuvante. No; no estoy contra  Internet. Ni contra su bifurcación —superficial y profunda— ni contra su trifurcación  —red superficial, red profunda y Tor—. Por aquello  de que me defino de talante racional, analizo que tiene sus beneficios gubernamentales o periodísticos hace buena labor al proteger la identidad de algunos reporteros que, en zonas de conflicto se las ven denunciando de forma comprometida, salvajes execrables actos, arriesgando, muchas veces, su vida. La cuestión estriba en establecer dónde está el límite de lo aceptable.
       Conviene no olvidarlo. Aunque numerosos son los documentos que niegan los tejemanejes de la Internet  profunda alegando transparencia, privacidad y seguridad, proyectos turbios, en fin, concebidos para llenarse los bolsillos en esta región oculta de la nube hay a montones. 
  
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